Elegía; Miguel Hernández

Poeta y dramaturgo español.

Nació el 30 de octubre de 1910 en Orihuela (Alicante). Hijo de un pastor de cabras. Estudió en el colegio de los jesuitas aunque abandonó muy pronto para ganarse la vida como lechero y pastor, ya por entonces era un aficionado a la lectura sobre todo de la poesía clásica española. Miguel Hernández estuvo interesado por el teatro y asistía a representaciones que se celebraban en la Casa del Pueblo de Orihuela, incluso llegó a participar en alguna de ellas. Publica algunos poemas en el periódico de Orihuela y la revista El Gallo Crisis. Miguel Hernández formó parte de la tertulia literaria, en Orihuela, de Efrén Fenoll y Ramón Sijé del que fue gran amigo. En los años 30 viaja a Madrid, busca trabajo pero, pese a sus esfuerzos, no lo consigue. Lleva sus versos al escritor Ernesto Giménez Caballero director de La Gaceta Literaria, una de las mejores revistas literarias del momento, pero no logra que se los publiquen. Publicó, esta vez en la revista Cruz y Raya, su auto sacramental Quién te ha visto y quién te ve y sombra de lo que eras, fue colaborador de José María Cossio en Los toros y conoce a poetas como el chileno Pablo Neruda, y los españoles Rafael Alberti, Luis Cernuda y otros. Miguel Hernández colabora en Revista de Occidente y mantiene una relación con la pintora Maruja Mallo, que le inspira parte de los sonetos de El rayo que no cesa. Se casó el año 1937 con Josefina Manresa. Afiliado al Partido Comunista Español, durante la República tomó parte en las Misiones pedagógicas, intentando llevar la cultura a las zonas más deprimidas de España. Durante la Guerra Civil española Miguel Hernández se alistó en el ejército republicano y asistió al Congreso internacional de intelectuales antifascistas de 1937 en Valencia. Tras la guerra fue detenido en la frontera portuguesa. Condenado a pena de muerte, se le conmutó por la de treinta años. Estuvo en la prisión de Palencia en septiembre de 1940 y en noviembre pasó al Penal de Ocaña (Toledo). En 1941 le trasladan al Reformatorio de Adultos de Alicante, donde compartió celda con el dramaturgo Buero Vallejo. Miguel Hernández padeció de bronquitis y luego tifus, que se le complicó con tuberculosis. Miguel falleció en la enfermería de la prisión a las 5:32 de la mañana del 28 de marzo de 1942, con 31 años de edad. En su obra, la calidad estilística de sus versos resultado de su apasionada lectura de los clásicos españoles del Siglo de Oro-va unida a una estremecedora fuerza expresiva. La voz vehemente y desgarrada del poeta convierte el amor, la vida y la muerte en una experiencia poética marcada por una vitalidad trágica. Su primera colección de poemas fue Perito en lunas (1933) con una clara influencia gongorina, como en El rayo que no cesa (1936), y que se considera su obra más lograda. Sus poemas tratan del amor, la muerte, la guerra y la injusticia. En la guerra compuso Viento del pueblo (1937), poesía militante. La crueldad de la guerra y el sufrimiento de el campo de batalla es lo aparece en El hombre acecha (1938). Ya preso, termina Cancionero y romancero de ausencias (1938-1941). Esta obra trata del amor hacia la esposa e hijos y la soledad del prisionero. Acaba falleciendo el 28 de marzo de 1942.




Elegía

En Orihuela, su pueblo y el mío, se me
ha muerto como del rayo Ramón Sijé, con
quien tanto quería.
Yo quiero ser llorando el hortelano
de la tierra que ocupas y estercolas,
compañero del alma, tan temprano.
Alimentando lluvias, caracolas
y órganos mi dolor sin instrumento
a las desalentadas amapolas
daré tu corazón por alimento.
Tanto dolor se agrupa en mi costado,
que por doler me duele hasta el aliento.
Un manotazo duro, un golpe helado,
un hachazo invisible y homicida,
un empujón brutal te ha derribado.
No hay extensión más grande que mi herida,
lloro mi desventura y sus conjuntos
y siento más tu muerte que mi vida.
Ando sobre rastrojos de difuntos,
y sin calor de nadie y sin consuelo
voy de mi corazón a mis asuntos.
Temprano levantó la muerte el vuelo,
temprano madrugó la madrugada,
temprano estás rodando por el suelo.
No perdono a la muerte enamorada,
no perdono a la vida desatenta,
no perdono a la tierra ni a la nada.
En mis manos levanto una tormenta
de piedras, rayos y hachas estridentes
sedienta de catástrofes y hambrienta.
Quiero escarbar la tierra con los dientes,
quiero apartar la tierra parte a parte
a dentelladas secas y calientes.
Quiero minar la tierra hasta encontrarte
y besarte la noble calavera
y desamordazarte y regresarte.
Volverás a mi huerto y a mi higuera;
por los altos andamios de las flores
pajareará tu alma colmenera
de angelicales ceras y labores.
Volverás al arrullo de las rejas
de los enamorados labradores.
Alegrarás la sombra de mis cejas,
y en tu sangre se irán a cada lado
disputando tu novia y las abejas.
Tu corazón, ya terciopelo ajado,
llama a un campo de almendras espumosas
mi avariciosa voz de enamorado.
A las aladas almas de las rosas
del almendro de nata le requiero,
que tenemos que hablar de muchas cosas,
compañero del alma, compañero.


                                                                  Miguel Hernández.


Coordina: Susana Rozas

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